En los años 60 la llamada revolución verde, logró aumentar de forma espectacular la producción global de alimentos, gracias al uso de tecnología avanzada y también al uso indiscriminado de productos químicos.
Sin embargo, esto provocó unos terribles efectos secundarios: contaminación de muchos acuíferos, la pérdida de la diversidad genética o la eutrofización de los ríos, lagunas y deltas.
Necesitamos nuevas formas de producir, aún más eficientes, pero también que pongan en el centro los ecosistemas donde producimos los alimentos. Así pues, a la revolución verde le añadimos un color: el azul. El azul del planeta Tierra. Este organismo que nos acoge que tantas veces no hemos tenido en cuenta.
Además, el color verde y el azul son propios de la clorofila y la ficocianina, dos de los principios activos más importantes de la espirulina.
Así pues, proponemos una doble revolución, donde además de continuar aumentando la eficiencia en la producción de alimentos, también se tenga en cuenta el equilibrio natural de los lugares donde se producen los alimentos.
¿Y tú? ¿Te apuntas a la revolución de Blauver?